martes, 24 de enero de 2012

ACTIVIDAD SOBRE LA LECTURA "HISTORIA DE LA QUÍMICA"

DEBATE

Los alquimistas basaron sus teorías en las ideas griegas de los "elementos primordiales"que se mezclaban para dar origen a todas las sustancias.

  1. ¿Qué similitudes encuentras entre esta teoría y la teoría atómica de la materia?
  2. ¿En teoría sería posible producir oro a partir del plomo? ¿De qué forma?
  3. ¿Crees que el hombre llegue algún día a hacerlo? ¿Por qué?
  4. ¿Cuáles fueron específicamente las contribuciones de Paracelso a la química y a la medicina moderna?
  5. ¿En qué consistía la teoría del flogisto? ¿Quién y de qué forma la refutó?



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NORMAS DE SEGURIDAD EN EL LABORATORIO 
Normas generales
  • No fumes, comas o bebas en el laboratorio.
  • Utiliza una bata y tenla siempre bien abrochada, así protegerás tu ropa.
  • Guarda tus prendas de abrigo y los objetos personales en un armario o taquilla y no los dejes nunca so­bre la mesa de trabajo.
  • No lleves bufandas, pañuelos largos ni prendas u objetos que dificulten tu movilidad.
  • Procura no andar de un lado para otro sin motivo y, sobre todo, no corras dentro del laboratorio.
  • Si tienes el cabello largo, recógetelo.
  • Dispón sobre la mesa sólo los libros y cuadernos que sean necesarios.
  • Ten siempre tus manos limpias y secas. Si tienes alguna herida, tápala.
  • No pruebes ni ingieras los productos.
  • En caso de producirse un accidente, quemadura o lesión, comunícalo inmediatamente al profesor.
  • Recuerda dónde está situado el botiquín.
  • Mantén el área de trabajo limpia y ordenada.


Normas para manipular instrumentos y productos

  • Antes de manipular un aparato o montaje eléctrico, desconéctalo de la red eléctrica.
  • No pongas en funcionamiento un circuito eléctrico sin que el profesor haya revisado la instalación.
  • No utilices ninguna herramienta o máquina sin conocer su uso, funcionamiento y normas de seguridad específicas.
  • Maneja con especial cuidado el material frágil, por ejemplo, el vidrio.
  • Informa al profesor del material roto o averiado.
  • Fíjate en los signos de peligrosidad que aparecen en los frascos de los productos químicos.
  • Lávate las manos con jabón después de tocar cualquier producto químico.
  • Al acabar la práctica, limpia y ordena el material utilizado.
  • Si te salpicas accidentalmente, lava la zona afectada con agua abundante. Si salpicas la mesa, límpiala con agua y sécala después con un paño.
  • Evita el contacto con fuentes de calor. No manipules cerca de ellas sustancias inflamables. Para sujetar el instrumental de vidrio y retirarlo del fuego, utiliza pinzas de madera. Cuando calientes los tubos de ensayo con la ayuda de dichas pinzas, procura darles cierta inclinación. Nunca mires directamente al interior del tubo por su abertura ni dirijas esta hacia algún compañero. (ver imagen)
  • Todos los productos inflamables deben almacenarse en un lugar adecuado y separados de los ácidos, las bases y los reactivos oxidantes.
  • Los ácidos y las bases fuertes han de manejarse con mucha precaución, ya que la mayoría son corrosivos y, si caen sobre la piel o la ropa, pueden producir heridas y quemaduras importantes.
  • Si tienes que mezclar algún ácido (por ejemplo, ácido sulfúrico) con agua, añade el ácido sobre el agua, nunca al contrario, pues el ácido «saltaría» y podría provocarte quemaduras en la cara y los ojos.
  • No dejes destapados los frascos ni aspires su contenido. Muchas sustancias líquidas (alcohol, éter, cloroformo, amoníaco...) emiten vapores tóxicos.








lunes, 23 de enero de 2012

HISTORIA DE LA QUÍMICA

La historia de la química está ligada al desarrollo del hombre y el estudio de la naturaleza, ya que abarca desde todas las transformaciones de materias y las teorías correspondientes. A menudo la historia de la química se relaciona íntimamente con la historia de los químicos y según la nacionalidad o tendencia política del autor resalta en mayor o menor medida los logros hechos en un determinado campo o por una determinada nación.

La ciencia química surge antes del siglo XVII a partir de los estudios de alquimia populares entre muchos de los científicos de la época. Se considera que los principios básicos de la química se recogen por primera vez en la obra del científico británico Robert Boyle: The Sceptical Chymist (1661). La química como tal comienza sus andares un siglo más tarde con los trabajos de Antoine Lavoisier que junto a Carl Wilhelm Scheele descubrieron el oxígeno, Lavoisier a su vez propuso la ley de conservación de masa y la refutación de la teoría del flogisto como teoría de la combustión.

PRIMEROS AVANCES DE LA QUÍMICA

El principio del dominio de la química es el dominio del fuego. Hay indicios de que hace más de 500.000 años, en tiempos del Homo erectus, algunas tribus consiguieron este logro que aún hoy es una de las tecnologías más importantes. No sólo daba calor en las noches de frío, también ayudaba a protegerse contra los animales salvajes y permitía la preparación de comida cocida. Esta contenía menos microorganismos patógenos y era más fácil digerirla. Así bajaba la mortalidad y se mejoraban las condiciones generales de vida.

LA METALURGIA

La metalurgia es uno de los principales procesos de transformación de la materia utilizados hasta 1991. Comenzó con el descubrimiento del cobre, del oro y de la plata. Aunque existe en la naturaleza como elemento químico, la mayor parte se halla en forma de minerales como la calcopirita, la azurita o la malaquita. Especialmente las últimas son fácilmente reducidas al metal. Se supone que unas joyas fabricadas de alguno de estos minerales y caídas accidentalmente al fuego llevaron al desarrollo de los procesos correspondientes para obtener el metal.

Luego por experimentación o como resultado de mezclas accidentales se descubrió que las propiedades mecánicas del cobre se podían mejorar en sus aleaciones. Especialmente tuvo éxito la aleación del cobre con el estaño y trozos de otros elementos como el arsénico conocido como bronce que se consiguió de forma aparentemente independiente en oriente próximo y en China desde dónde se extendió por casi todo el mundo y que dio el nombre a la edad de bronce.

Unas de las minas de estaño (como otro mineral esencial en la obtención de esta aleación) más importantes de la antigüedad se hallaban en las islas británicas. Originalmente el comercio fue dominado por los fenicios. Luego el control sobre este recurso importante probablemente era la razón de la invasión romana en la Britania.

Los hititas fueron unos de los primeros en obtener el hierro a partir de sus minerales. Este proceso es mucho más complicado ya que requiere temperaturas más elevadas y por lo tanto la construcción de hornos especiales. Sin embargo el metal obtenido así era de baja calidad con un elevado contenido en carbono y tenía que ser mejorado en diversos procesos de purificación y forjándolo. La humanidad tardó siglos en desarrollar los procesos actuales de obtención de acero, generalmente por oxidación de las impurezas insuflando oxígeno o aire en el metal fundido (proceso de Besmer). Su dominio era uno de los pilares de la revolución industrial.

Otro hito metalúrgico fue la obtención del aluminio. Descubierto en los albores del siglo XIX y en un principio obtenido por reducción de sus sales con metales alcalinos, se destacó por su ligereza. Su precio superó al del oro y era tan apreciado que unos cubiertos regalados a la corte francesa se fabricaron de este metal. Con el descubrimiento de la síntesis por electrólisis y posteriormente el desarrollo de los generadores eléctricos su precio cayó abriéndose nuevos campos para su uso.

LA CERÁMICA

Otro campo de desarrollo que ha acompañado al hombre desde la antigüedad hasta el laboratorio moderno es el del vidrio y de la cerámica. Sus orígenes datan de la prehistoria cuando el hombre descubrió que los recipientes hechos de arcilla, cambiaron sus características mecánicas e incrementaron su resistencia frente al agua si eran calentados en el fuego. Para controlar mejor el proceso se desarrollaron diferentes tipos de hornos.

En Egipto se descubrió que recubriendo la superficie con mezclas de determinados minerales (sobre todo mezclas basadas en feldespato y galena) esta se cubría con una capa muy dura y brillante, el esmalte, cuyo color se podía variar añadiendo pequeñas cantidades de otros minerales o las condiciones de aireación en el horno. Estas tecnologías se difundieron rápidamente. En China se perfeccionaron las tecnologías de fabricación de las cerámicas hasta dar con la porcelana en el siglo VII. Durante siglos China mantuvo el monopolio en la fabricación de este producto. Tan sólo en el siglo XVIII Johann Friedrich Böttger reinventó el proceso en Europa.

Relacionado con el desarrollo de la cerámica, aparece el desarrollo del vidrio a partir de cuarzo y carbonato sódico o potásico. Su desarrollo igualmente empezó en el Antiguo Egipto y fue perfeccionado por los romanos. Su producción masiva a finales del siglo XVIII instó al gobierno francés a promocionar un concurso para la obtención del carbonato sódico ya que la fuente habitual -las cenizas de madera- no se obtenía en cantidades suficientes como para cubrir la creciente demanda. El ganador fue Nicolas Leblanc aunque su proceso cayó en desuso en favor del proceso de Solvay, desarrollado medio siglo más tarde, dio igual un empujón fuerte al desarrollo de la industria química.

Sobre todo las necesidades de la industria óptica de vidrio de alta calidad llevaron al desarrollo de vidrios especiales con añadidos de boratos, aluminosilicatos, fosfatos, etc. Así se consiguieron vidrios con constantes de expansión térmica especialmente bajas, índices de refracción muy elevados o muy pequeños, etc. Este desarrollo significó un empuje para la química de los elementos de las tierras raras. En la actualidad la cerámica y el vidrio son campos abiertos de investigación.

LA QUÍMICA COMO CIENCIA

El filósofo griego Aristóteles pensaba que las sustancias estaban formadas por cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Paralelamente discurría otra corriente, el atomismo, que postulaba que la materia estaba formada de átomos, partículas indivisibles que se podían considerar la unidad mínima de materia. Esta teoría, propuesta por el filósofo griego Leucipo de Mileto y su discípulo Demócrito de Abdera, no fue popular en la cultura occidental dado el peso de las obras de Aristóteles en Europa. Sin embargo tenía seguidores (entre ellos Lucrecio) y la idea se mantuvo hasta el principio de la edad moderna.

Entre los siglos III a.C. y el siglo XVI d.C. la química estuvo dominada por la alquimia. El objetivo de investigación más conocido de la alquimia era la búsqueda de la piedra filosofal, un método hipotético capaz de transformar los metales en oro. En la investigación alquímica se desarrollaron nuevos productos químicos y métodos para la separación de elementos químicos. De este modo se fueron asentando los pilares básicos para el desarrollo de una futura química experimental.

La química como tal comienza a desarrollarse entre los siglos XVI y XVII. En esta época se estudió el comportamiento y propiedades de los gases estableciéndose técnicas de medición. Poco a poco fue desarrollándose y refinándose el concepto de elemento como una sustancia elemental que no podía descomponerse en otras. También esta época se desarrolló la teoría del flogisto para explicar los procesos de combustión.

A partir del siglo XVIII la química adquiere definitivamente las características de una ciencia experimental. Se desarrollan métodos de medición cuidadosos que permiten un mejor conocimiento de algunos fenómenos, como el de la combustión de la materia, descubriendo Lavoisier el oxígeno y sentando finalmente los pilares fundamentales de la química moderna.

EL VITALISMO Y EL COMIENZO DE LA QUÍMICA ORGÁNICA

Después de que se comprendieran los principios de la combustión, otro debate de gran importancia se apoderó de la química: el vitalismo y la distinción esencial entre la materia orgánica e inorgánica. Esta teoría asumía que la materia orgánica sólo puede ser producida por los seres vivos, atribuyendo este hecho a una vis vitalis inherente a la propia vida. Base de esta asunción era la dificultad de obtener materia orgánica a partir de precursores inorgánicos. Este debate fue revolucionado cuando Friedrich Wöhler descubrió accidentalmente en 1828 cómo se podía sintetizar la urea a partir de cianato de amonio, mostrando que la materia orgánica podía crearse de manera química. Sin embargo, todavía se mantiene vigente la clasificación en química orgánica e Inorgánica, ocupándose la primera esencialmente de los compuestos del carbono y la segunda de los compuestos de los demás elementos.

El motor para el desarrollo de la química orgánica -en un principio-, fue la curiosidad sobre los productos presentes en los seres vivos (con la esperanza de encontrar nuevos fármacos) y la síntesis de los colorantes o tintes. Luego, fue el descubrimiento de la anilina por Runge y la primera síntesis de un colorante artificial por Perkin.

Al poco tiempo, se añadieron los nuevos materiales como los plásticos, los adhesivos, los cristales líquidos, los fitosanitarios, etc.

Hasta la Segunda Guerra Mundial la principal materia prima de la industria química orgánica era el carbón, dada la gran importancia de Europa en el desarrollo de esta parte de la ciencia y el hecho que en Europa no hay grandes yacimientos de alternativa, como el petróleo. Con el final de la Segunda Guerra Mundial y el creciente peso de los Estados Unidos en el sector químico, la química orgánica clásica se convierte cada vez más en la petroquímica que se conoce hoy. Una de las principales razones es la mayor facilidad de transformación y la gran variedad de productos de partida encontradas en el petróleo.

LA TABLA PERIÓDICA Y EL DESCUBRIMIENTO DE LOS ELEMENTOS QUÍMICOS

En 1860 los científicos ya habían descubierto más de 60 elementos diferentes y habían determinado su masa atómica. Notaron que algunos elementos tenían propiedades químicas similares por lo cual le dieron un nombre a cada grupo de elementos parecidos. En 1829 el químico J.W. Döbereiner organizó un sistema de clasificación de elementos en el que estos se concentraban en grupos de tres denominados tríadas. Las propiedades químicas de los elementos de una tríada eran similares y sus propiedades físicas variaban de manera ordenada con su masa atómica. Algo más tarde, el químico ruso Dmitri Ivanovich Mendeléyev desarrolló una tabla periódica de los elementos según el orden creciente de sus masas atómicas. Colocó los elementos en columnas verticales empezando por los más livianos, cuando llegaba a un elemento que tenía propiedades semejantes a las de otro elemento empezaba otra columna. Al poco tiempo Mendeléyev perfeccionó su tabla acomodando los elementos en filas horizontales. Su sistema le permitió predecir con bastante exactitud las propiedades de elementos no descubiertos hasta el momento. El gran parecido del germanio con el elemento previsto por Mendeléyev consiguió finalmente la aceptación general de este sistema ordenado que aún hoy se sigue aplicando.

Sin embargo, la tabla de Mendeléyev no era del todo correcta. Después del descubrimiento de varios elementos nuevos y de que las masas atómicas podían determinarse con mayor exactitud, se hizo evidente que varios elementos no estaban en el orden correcto. La causa de este problema la determinó el químico inglés Henry Moseley quién descubrió que los átomos de cada elemento tienen un número único de protones en sus núcleos, siendo el número de protones igual al número atómico del átomo. La organización que hizo Moseley de los elementos por número atómico generó un claro patrón periódico de propiedades.

DESARROLLO DE LA TEORÍA ATÓMICA

Inicia con la teoría de Leucipo y Demócrito, antiguos filósofos griegos, quienes dieron la palabra átomo (a = sin; tomo = división) a todas aquellas partículas que forman parte de la materia.

La teoría es retomada luego por John Dalton, quien postulaba que los átomos eran partículas indivisibles, a partir de lo cual estableció supuestos de la estequiometria, como la ley de las proporciones constantes.

A lo largo del siglo XIX la química estaba dividida entre los seguidores de la teoría atómica y aquellos que no como Wilhelm Ostwald y Ernst Mach. Los impulsores más decididos de la teoría atómica eran Amedeo Avogadro, Ludwig Boltzmann y otros que consiguieron grandes avances en la comprensión del comportamiento de los gases. La disputa fue finalizada con la explicación del efecto Browniano por Albert Einstein en 1905 y por los experimentos de Jean Perrin al respecto.

Muchos fueron los investigadores que trabajaron bajo la hipótesis atómica, antes de resolver la disputa Svante Arrhenius había investigado la estructura interna de los átomos proponiendo su teoría de la ionización. Su trabajo fue seguido por Ernest Rutherford quien abrió las puertas al desarrollo de los primeros modelos de átomos que desembocarían en el modelo atómico de Niels Bohr. En la actualidad el estudio de la estructura del átomo se considera una rama de la física y no de la química.

ÉPOCA PRIMITIVA.

No hay duda que la Química debía nacer con la conquista del fuego por el hombre, y que sus orígenes deberán encontrarse en las artes y oficios técnicos del hombre primitivo, de los que tenemos idea por los materiales usados por él y encontrados en los restos de las civilizaciones desaparecidas. Los artículos normalmente encontrados son de metal, cerámica, vidrio, pigmentos y telas teñidas, por lo que la extracción de los metales de sus minas, la fabricación de vidrios y cerámica, las artes de la pintura y del teñido, así como la preparación de perfumes y cosméticos, práctica de la momificación y otros oficios análogos seguidos en las civilizaciones primitivas, constituyen los conocimientos sobre los que está basada la «Química» de aquellos tiempos.

El hombre primitivo se interesaría en primer lugar por los metales por ser materiales resistentes y duraderos a los que podía dárseles forma con mayor o menor facilidad. Su utilización constituye las sucesivas edades del oro y plata, del bronce y del hierro.

Los objetos más antiguos conocidos son de oro, situándose en una época anterior a los 5000 años (a. J.C.). Por hallarse este metal libre y por su bello color, su inalterabilidad y su rareza ha sido siempre el metal precioso por excelencia. Para los chinos tenía incluso propiedades sobrenaturales al creer que el que comía en un plato de oro llegaba a una edad avanzada, y el que absorbía oro se hacía inmortal y tenía el privilegio de desplazarse instantáneamente de un lugar a otro.

En la Edad del oro y de la plata se conoció también el cobre, y no puede negarse que el primer hombre que obtuvo deliberadamente este metal a partir de alguno de sus minerales sería un verdadero genio.

La Edad del Bronce se sitúa sobre los 4000 años a. J.C. En el Egipto de las primeras dinastías y en la Grecia de HOMERO, el bronce ocupó el lugar del hierro en nuestra época. Los fenicios adquirieron una gran reputación en el trabajo del bronce y, aunque pueblo poco belicoso, fabricaba las armas más ricas y mejores.

La Edad del Hierro sucede a la del Bronce y su principio puede fijarse sobre los 200 años a. J.C. Las dificultades que ofrecen su preparación y su trabajo hicieron del hierro en los primeros tiempos un metal oneroso, utilizado muy parcamente. En la Edad del Hierro se aprendió a fabricar acero, se conoció que su resistencia aumenta con el temple y se llegó incluso a protegerlo de la corrosión.

La metalurgia fue más que una técnica un arte sagrado encomendado a los sacerdotes. Los metales obtenidos del interior de la Tierra, concebida como un dios, fueron relacionados con el Sol y los planetas: el oro el Sol, la plata a la Luna, el cobre a Venus, el hierro a Marte, el estaño a Júpiter, el plomo a Saturno y el mercurio a Mercurio. Los antiguos veían en el número siete una manifestación de carácter universal, y así conocían siete planetas, siete metales, siete dioses, siete maravillas del mundo, la hidra de siete cabezas, las siete bocas del Nilo, las siete estrellas del carro de David, los siete días de la semana, identificados con los astros, etc. Si aún hoy día consideramos sin base científica los siete colores del arco iris lo debemos a esta concepción de los antiguos. Esta extraña y singular clasificación de los metales se mantuvo durante siglos, y aunque nuevos metales fueron conocidos se consideraban necesariamente como uno de ellos. Incluso en el siglo XVI se aceptaba que había muchas clases de oro como las había de peras o manzanas. Los siete metales indicados, junto con el carbón y el azufre, incluían todos los elementos conocidos al principio de la Era cristiana.

De todas las civilizaciones antiguas, la más avanzada en las artes químicas y la más relacionada con la química europea moderna fue la egipcia. Los egipcios fueron maestros en la fabricación de vidrios y esmaltes; imitaban a la perfección los metales nobles, así como el rubí, el zafiro y la esmeralda; utilizaron ampliamente el cuero y usaron la lana, el algodón y el lino que sabían blanquear y teñir con índigo, púrpura y rubia, no desconociendo el uso de mordientes; prepararon perfumes, bálsamos, productos de belleza y venenos, cuya química fue muy floreciente en la antigüedad; obtuvieron jabones y diferentes sales de sodio, potasio, cobre, aluminio y otros metales; y utilizaron el betún en embalsamamientos y en decoración. Pero todas estas prácticas eran fundamentalmente empíricas y no constituían una ciencia ni siquiera en forma rudimentaria.

DOCTRINAS QUÍMICAS ANTIGUAS.

El hombre prehistórico, al buscar el origen y la naturaleza de todo lo que le rodeaba creó los mitos en los que cada cosa, cada fuerza natural era un dios o una figura humana; de aquí las teogonías y las cosmogonías de los pueblos primitivos, en las que los fenómenos se imaginan producidos por la acción de agentes sobrenaturales cuya intervención explica todas las anomalías aparentes del universo. Este estado teológico de la Ciencia se mantuvo hasta el siglo VI a. J.C., en que apareció en Grecia un poderoso movimiento intelectual y sus más grandes filósofos especularon sobre el mundo y sobre la naturaleza de la materia, y plantearon claramente muchos de los problemas fundamentales de la Ciencia. La idea de la existencia de un principio permanente origen de todo fue ya un principio tangible; para TALES, de Mileto (aproximadamente 624-565 a. J.C.) fue el agua; ANAXIMENES (alrededor de 585-524 a. J.C.) sostuvo que era, el aire, y para HERACLITO, de Efeso (aproximadamente 540-475 a. J.C.) era el fuego. Más, tarde, EMPÉDOCLES, de Agrigento (alrededor de 500-430 a. J.C.) aceptó los elementos de sus antecesores, a los que agregó uno más, la tierra, substituyendo así el principio único de la Escuela naturalista Jónica por los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, que servían de alguna manera de soporte a las cualidades fundamentales de caliente y frío, y seco y húmedo, y dos fuerzas cósmicas, el amor y el odio, que son las raíces de todas las cosas. Esta teoría de los cuatro elementos fue aceptada por ARISTÓTELES de Estagira (384-322 antes de J.C.), el más grande pensador griego y un infatigable escritor, cuya autoridad hizo que perdurase durante unos dos mil años.

En realidad, los cuatro elementos no eran más que la generalización y representación de una observación familiar, pues un cuerpo es sólido (tierra), líquido (agua) o gaseoso (aire), o bien se encuentra en estado de incandescencia (fuego). Pueden incluso imaginarse como vestigios lejanos de las teogonías prehistóricas al suponer el hombre primitivo el dios Viento, el dios Trueno, el dios Lluvia y el dios Rayo, que poco a poco irían perdiendo su carácter sobrenatural y que en la imaginación fogosa de EMPÉDOCLES pasaron a la categoría de simples elementos.

Por la misma época, LEUCIPO y su discípulo DEMÓCRITO, de Abdera (460-370 a. J.C.), en oposición a ZENÓN, de Elea, enseñaron la discontinuidad de la materia formada de átomos, el ser, y de vacío, el no ser, resultante de los intersticios entre aquellos, y permitiendo su movimiento. Los átomos son eternos, indivisibles (de donde deriva su nombre), y de la misma naturaleza, pero difieren en forma, por el orden en que están colocados en el cuerpo, por su posición relativa y por su magnitud. A pesar de la tendencia positiva de las ideas de DEMÓCRITO, Sus seguidores no desarrollaron su pensamiento que ofrece una estrecha relación con las teorías científicas modernas. EPICURO, de Samos (342-270 a. J.C.), el más ilustre de ellos, creó la palabra átomo y le asignó un peso esencial. El atomismo de DEMÓCRITO, expuesto en forma brillante en el inmortal poema De rerum Natura del romano LUCRECIO, está construido totalmente por conceptos filosóficos, y no es hasta 1677 en que BOYLE lo establece y DALTON en 1803 lo desarrolla como resultado de observaciones científicas.

Puede parecer sorprendente que los grandes pensadores griegos no buscasen una confirmación experimental de sus abstracciones, pero ellos aceptaban que todo conocimiento debía adquirirse únicamente mediante pura especulación y que el experimento no sólo era innecesario sino que incluso disminuiría su dignidad. Este error del empleo del razonamiento sin experimentación mantuvo estacionado el progreso de la Ciencia durante muchos siglos.

A partir del año 300 a. J.C. la ciencia griega se desplaza a Alejandría, en cuya Escuela florecieron grandes matemáticos, astrónomos y biólogos, si bien fue decayendo hasta apagarse hacia el año 400 de nuestra Era. En el siglo II a. J.C. las ideas científicas llegaron a Roma, pero los romanos, guerreros y constructores, pero poco abiertos a las cosas del espíritu, y estoicos frente a la Naturaleza, no prosiguieron la herencia científica de los griegos.

LA ALQUIMIA.

En la Edad Media, y especialmente en el período del 400-1000, conocido por la Edad Tenebrosa, la preocupación teológica llena los espíritus y únicamente hacia el siglo VII empieza a adquirir la Ciencia entre los árabes una cierta importancia. Los conocimientos químicos aprendidos de los egipcios y las ideas filosóficas heredadas de los antiguos a través de la Escuela alejandrina dieron a la alquimia en manos de los árabes, y después en toda Europa, una significación especial.

Los alquimistas consideraron los metales como cuerpos compuestos formados por dos cualidades-principios comunes, el mercurio, que representaba el carácter metálico y la volatilidad, y el azufre que poseía la propiedad de combustibilidad. En el curso del tiempo se unió un tercer principio, la sal, que tenía la propiedad de la solidez y la solubilidad. Estos tres principios o elementos, los llamados «tría prima» de los alquimistas substituyeron en la Edad Media a los elementos aristotélicos, y aunque al principio tuvieron un carácter abstracto, fueron considerados más tarde como materiales. Consecuencia inmediata de su pensamiento fue para los alquimistas la posibilidad de la transmutación de los metales innobles en nobles y, concretamente, la conversión del plomo, mercurio u otros metales corrientes en oro.

Esta transmutación, conocida como la «Gran Obra», debía realizarse en presencia de la «piedra filosofal» cuya preparación fue la tarea primera de los alquimistas. En el siglo XIII se extendió el objetivo de la alquimia al buscar el «elixir filosofal o de larga vida», imaginado como una infusión de la piedra filosofal, el cual debía eliminar la enfermedad, devolver la juventud, prolongar la vida e incluso asegurar la inmortalidad. Se comprende que los alquimistas viejos dedicasen sus últimas fuerzas a la consecución de este sueño.

Hoy conocemos que el problema de los alquimistas no era en esencia absurdo, aunque sí por la enorme desproporción entre los medios de que disponían y los que serían necesarios. La producción artificial del oro para la ciencia del Medioevo era un simple problema de técnica como puede serlo la del diamante para nosotros o la fabricación de albuminoides.

La Alquimia fue, en general, una práctica secreta debido a los hombres que la relacionaban con la magia y a causa de Dios, pues los alquimistas se creían los elegidos para ser depositarios de la verdad y por ello no debían divulgar sus conocimientos. Escribieron en un lenguaje hermético describiendo más bien operaciones qué hechos y haciendo uso de signos y símbolos. Un libro de alquimia, el Liber Mutus, no contiene ningún texto sino quince grabados, en su mayoría ininteligibles, para hacer conocer la preparación de la piedra filosofal.

Para un iniciado, un dragón que se muerde la cola es la imagen de la unidad de la materia, un pájaro que levanta el vuelo es la sublimación, y un pájaro que desciende a tierra es la precipitación. Un toro o un león simbolizan la tierra, un águila el aire, una ballena el agua y un dragón o una salamandra el fuego. Cuando GEBER escribe “envíame los seis leprosos que yo los curaré”, hay que adivinar que los seis leprosos son los seis metales no nobles y que su curación consiste en su transmutación en oro. Obligados a escribir en un estilo alegórico, confuso y lleno de Misterio, y ofuscados por un exceso de dogmatismo filosófico, no es de extrañar que la Alquimia progresase muy lentamente.

Los trabajos de los alquimistas, aunque infructuosos en el descubrimiento de la piedra filosofal y del elixir de larga vida, y estériles, por tanto, en la consecución de la «Gran Obra», produjeron indudables progresos a la química del laboratorio, puesto que prepararon un gran número de nuevas substancias, perfeccionaron muchos aparatos útiles y desarrollaron técnicas que constituyen la base de la subsiguiente investigación.

La alquimia árabe aparece con su más brillante cultivador GEBER (Abou Moussah Diafar al Sofi Geber), que parece vivió y murió en Sevilla hacia finales del siglo VIII y fue uno de los sabios más grandes del mundo. GEBER escribió numerosas obras y entre ellas la Summa Perfectionis, el tratado de Química más antiguo que se conoce. Posteriores a GEBER sonRHASÉS 0 RAZÉs (siglo X), AVICENA (siglo XI), cuyo prestigio fue inmenso como alquimista, filósofo, astrónomo, matemático y, sobre todo, médico, y AVERROES (1126-1198), nacido en Córdoba, célebre por sus comentarios sobre ARISTÓTELES y que ejerció un gran influjo en el pensamiento medieval. Se reconoce a los árabes el preparar la sal amoníaco, el aceite de vitriolo (ácido sulfúrico), el agua fuerte (ácido nítrico), el agua regia, ciertos sulfuros metálicos, varios compuestos de mercurio y arsénico, y la preparación del espíritu de vino (alcohol).

Hasta las Cruzadas el árabe fue la lengua exclusiva de la Ciencia, y Córdoba el foco de la cultura. La reconquista de Toledo en 1085 y la creación de su Escuela de Traductores llevan a esta ciudad a los estudiosos del mundo latino para aprender árabe y tomar contacto con la nueva ciencia. Los siglos X, XI y XII, de total postración científica en el mundo occidental, fueron los más florecientes para la ciencia española (arábiga-judaica-cristiana), la cual, al difundirse a toda Europa, originó en el siglo XIII un poderoso resurgimiento científico en el que la Alquimia adquiere una extensa significación.

Entre los alquimistas de Occidente hay que destacar en primer lugar, cronológicamente y por su sabiduría, a SAN ALBERTO MAGNO (1193 o 1206-I280), dominico alemán, llamado el Doctor Universal- y considerado como el ARISTÓTELES de la Edad Media, y de los pocos que en esta época se dedicaron a observar por sí mismos a la Naturaleza. Profesó en -París con un éxito tan extraordinario que tenía que dar sus lecciones al aire libre, pues ninguna sala podía contener a sus discípulos y admiradores. En I248 volvió a Colonia y fue obispo de Ratisbona de 1260 a I262.

Se debe a SAN ALBERTO la preparación de la potasa cáustica mediante la cal, procedimiento que aún se practica en los laboratorios. Describe con exactitud la afinación del oro y de la plata mediante copelación con plomo, establece la composición del cinabrio, señala el efecto del calor sobre el azufre y emplea por vez primera la palabra afinidad en el sentido usado hoy día al decir que «el azufre ennegrece la plata y abrasa en general a los metales a causa de la afinidad natural que tiene por ellos». Explica en sus obras la preparación de la cerusa y del minio, y la de los acetatos de cobre y plomo; expone la acción del agua fuerte (ácido nítrico) sobre los metales, y señala, el primero, la separación mediante ella del oro y de la plata en las aleaciones preciosas. En sus escritos se manifiesta enemigo de la ciencia secreta, y cuando se le ve sostener que el oro de los alquimistas no es el oro puro y que el cuerpo obtenido exponiendo el cobre a los vapores de arsénico no es la plata, SAN ALBERTO adquiere categoría de precursor. En su tratado De Alchimia expone las condiciones que debe reunir un alquimista, y que en su casi totalidad pueden aplicarse a los químicos actuales.

Contemporáneo de SAN ALBERTO es el inglés ROGER BACON (I2I4-I294), fraile franciscano que profesó en París y en Oxford, y la más vasta inteligencia que ha tenido Inglaterra. En su obra Speculum alchimiae alude a un aire que es alimento del fuego y otro que lo apaga, habla de una llama producida al destilar las materias orgánicas y vulgariza el empleo de la pólvora. Defendió la experimentación y combatió con tesón a ARISTÓTELES. Fue también un gran físico cuyos trabajos en el campo de la Óptica fueron muy notables.

Debe también mencionarse a SANTO TOMÁS DE AQUINO (1225-I274), el Doctor Angélico, discípulo de SAN ALBERTO en Colonia, que escribió un tratado sobre la esencia de los minerales y otro sobre la piedra filosofal; RAMÓN LULL o RAIMUNDO LULIO (I235-I3i~5), el Doctor Iluminado, fogoso alquimista y apóstol español, de Mallorca, que escribió numerosas obras e hizo escuela entre los alquimistas al fijar la atención sobre los productos volátiles de la descomposición de los cuerpos; ARNALDO DE VILANOVA (1245-1314), médico alquimista catalán, cuyas obras publicadas dos siglos más tarde ejercieron una gran influencia; Nicolás FLAMEL (1330-1418), francés, que consiguió enormes riquezas y que hizo creer a sus contemporáneos que había descubierto el secreto de la piedra filosofal; y el monje benedictino alemán Basilio VALENTIN (siglo XV), de cuya existencia real se duda en la actualidad, autor de varias obras, siendo la más conocida El Carro Triunfal del Antimonio.

LA IATROQUÍMICA Y EL RENACIMIENTO CIENTÍFICO.

Aunque la transmutación de los metales fue creída hasta el siglo XIX, la Alquimia fue perdiendo su carácter ideal para ser, en un gran número, de sus supuestos cultivadores, charlatanería y engaño, llegándose a prohibir por Reyes y Papas. A principios del siglo XVI los esfuerzos de muchos alquimistas se dirigen a preparar drogas y remedios al señalar PARACELSO (1493-1541) que la misión de la Alquimia era la curación de la enfermedad. Aparece una transición entre la Alquimia y la verdadera Química, que se conoce como iatroquímica o química médica. PARACELSO, cuyo verdadero nombre es Felipe Aureolo Teofrasto Bombast de Hohenheim, médico suizo, alquimista y profesor, de carácter violento, jactancioso y charlatán, pues pretendió haber realizado un minúsculo ser de carne y hueso, el homúnculus, desempeñó la primera cátedra de Química creada en Basilea, en 1527, la que abandonó para viajar por toda Europa, ejerciendo una gran influencia más que por sus propios descubrimientos por el ardor con que defendía sus ideas.

Contemporáneo de PARACELSO es Georg AGRICOLA (1496-1555), de su: verdadero nombre Landmann, médico sajón, que en su obra De Re Metallica expone en forma clara, desprovista de especulaciones filosóficas, todos los conocimientos metalúrgicos de la época, y en la que se manifiestan preocupaciones de químico y de ingeniero. La Metalurgia había adquirido en esta época, en los distritos mineros de Bohemia, un gran desarrollo, lo que condujo a una fabricación industrial de ácidos y a practicar el ensayo de minerales, inicio del análisis químico.

Seguidores de PARACELSO, pero más claros y menos imbuidos de superstición, son LIBAVIUS (1540-1616), médico alemán que prepara el cloruro estáñico, estudia los fundentes en Metalurgia y obtiene muchos medicamentos; VAN HELMONT (1577-1644), médico belga, profundamente religioso y un gran investigador -es notable su investigación acerca del crecimiento de un pequeño sauce, que duró cinco años- que combate los cuatro elementos de ARISTOTELES, eliminando el fuego y la tierra, que inventa la palabra gas y al que debemos los estudios sobre el gas silvestre (gas carbónico); y LEMERY (1645-1715) que escribe su voluminoso Cours de Chymie en el que describe las distintas operaciones de la Química.

Pero en esta época, en el llamado siglo rebelde, se había creado en Europa un nuevo clima intelectual. En el siglo XIV se había producido en Italia un movimiento humanista que al volver al pensamiento de la antigüedad clásica hizo posible la reconstrucción del espíritu griego. El Renacimiento, primero en el campo de la literatura y después en el de las artes, pasó pronto al pensamiento científico, y al unirse observación y teoría se inicia la ciencia experimental que substituye a las especulaciones filosóficas de la Edad Media. Es LEONARDO DE VINCI (I452-1519) el que introduce en el dominio científico los principios del Renacimiento y el ,que abre el camino a Francis BACON (1561-1628), Canciller de Inglaterra, el teórico del método experimental, que en 1620 en su obra Novum Organum erige la observación en sistema filosófico; a GALILEO (I564-1642), famoso astrónomo y físico italiano cuya actividad intelectual fue inmensa al conmover las doctrinas científicas de su tiempos y a DESCARTES (1596-1650), filósofo francés que en su Discurso del Método publicado en 1637 establece claramente las bases del método científico.

Las nuevas ideas consiguieron grandes progresos en Matemáticas, en Física y en Filosofía, y al pasar después a la Química modifican la vieja mentalidad de sus cultivadores; desaparece el hermetismo de sus escritos, se comunican los resultados de sus observaciones, para lo cual se crean en muchos países Academias Científicas, y sólo se precisa disponer de una técnica de medición para que la Química pueda desarrollar su carácter de verdadera ciencia.

El irlandés Robert BOYLE (1627-1691), es el primer químico que rompe abiertamente con la tradición alquimista. En su famosa obra The Sceptical Chymist («El químico escéptico»), aparecida en 1661, establece el concepto moderno de elemento al decir que son «ciertos cuerpos primitivos y simples que no están formados de otros cuerpos, ni unos de otros, y que son los ingredientes de que se componen inmediatamente y en que se resuelven en último término todos los cuerpos perfectamente mixtos», y supone que su número ha de ser muy superior a los tres de los alquimistas o a, los cuatro de los aristotélicos. BOYLE es el primer hombre de Ciencia que adopta la teoría atómica para explicar las transformaciones químicas, y sus investigaciones en el campo de la Física y de la Química permiten considerarle como el precursor de la química moderna al hacer de ella el estudio de la naturaleza y composición de la materia en vez de ser, como hasta entonces, un simple medio de obtener oro o de preparar medicamentos.

Entre sus más notables descubrimientos hay que mencionar la ley que lleva su nombre de la compresibilidad de los gases, el efecto de la presión sobre el punto de ebullición de un líquido, la clara distinción entre mezclas y combinaciones, el empleo de muchos reactivos como el nitrato de plata, el gas amoníaco -para conocer el gas clorhídrico y el sulfhidrato amónico que con el nombre de licor de Boyle debía adquirir una gran importancia en química analítica, la utilización del jarabe de violeta como indicador para distinguir los ácidos y bases, y la obtención de nuevos e importantes compuestos. Sus ensayos acerca de la oxidación del cobre le llevan casi al descubrimiento de la composición del aire, pero estos experimentos están muy anticipados con respecto a las ideas existentes en su época. No obstante, BOYLE mantiene la idea de la transmutación de los metales y atribuye al fuego un carácter material.

TEORÍA DEL FLOGISTO

La teoría del flogisto, sustancia hipotética que representa la inflamabilidad, es una teoría científica obsoleta según la cual toda sustancia susceptible de sufrir combustión contiene flogisto, y el proceso de combustión consiste básicamente en la pérdida de dicha sustancia. Fue postulada a finales del siglo XVII por los químicos alemanes Johann Becher y Georg Stahl para explicar el fenómeno de la combustión.

Johann Becher propuso una versión particular de la teoría de los cuatro elementos: el papel fundamental estaba reservado a la tierra y al agua, mientras que el fuego y el aire eran considerados como simples agentes de las transformaciones. Todos los cuerpos, tanto animales como vegetales y minerales, estaban formados según Becher por mezclas de agua y tierra. Defendió también que los verdaderos elementos de los cuerpos debían ser investigados mediante el análisis y, en coherencia, propuso una clasificación basada en un orden creciente de composición. Becher sostenía que los componentes inmediatos de los cuerpos minerales eran tres tipos diferentes de tierras. Cada una de ellas portadora de una propiedad: el aspecto vítreo, el carácter combustible y la fluidez o volatilidad. La tierra que denominó terra pinguis se consideraba portadora del principio de la inflamabilidad. Su nombre podría traducirse como tierra grasa o tierra oleaginosa, que en la alquimia se conoce con el nombre de azufre, aunque Becher empleó también otras expresiones para designarla, entre ellas azufre flogisto (este sustantivo derivado del griego phlogistos, que significa "inflamable"). Finalmente fue la palabra flogisto la que acabó imponiéndose, gracias sobre todo a la labor del más efectivo defensor de sus ideas, Georg Ernst Stahl.

También se conocía desde hacía mucho tiempo que algunas de estas sales metálicas podían ser transformadas de nuevo en los metales de partida. Stahl explicó este proceso suponiendo que los metales estaban formados por una cal y un principio inflamable que denominó flogisto, por lo que la calcinación, es decir, la formación de la cal, se podía explicar, al igual que la combustión, como un desprendimiento de flogisto, el cual se liberaba del metal y dejaba la cal al descubierto. El proceso inverso, la reducción de la cal al metal, podía ser igualmente explicado como una adición de flogisto. Si una sustancia rica en flogisto, como el carbón, era puesta en contacto con una cal metálica, podía transferirle su flogisto y dar lugar a la formación del metal.

En palabras claras, Stahl consideraba que los metales y en general todas las sustancias combustibles contienen una sustancia que carece de peso, tal sustancia es la llamada flogisto. Cuando se calcina un metal o durante la combustión de cualquier materia el flogisto se separa en forma de llamas dejando un residuo incombustible conocido en la alquimia como sal, comúnmente herrumbre al calcinar los metales o simplemente cenizas con una sencilla fórmula sería: carbón = flogisto + cenizas o Metal = flogisto + herrumbre. Para reintegrar la ceniza en carbón bastaría pues añadir flogisto: ceniza + flogisto = carbón, como se entendía que (sucede por ejemplo en el mismo carbón) aquellos cuerpos que arden sin apenas dejar residuo, casi todo él era flogisto, por tanto para reintegrar el metal, a la herrumbre añadiríamos flogisto, o lo que es lo mismo, un cuerpo muy rico en flogisto, así: herrumbre + carbón = metal.

El desarrollo de la química pneumática en el siglo XVIII supuso nuevos retos para esta interpretación que fueron afrontados por Joseph Priestley. Este autor empleó la teoría del flogisto para explicar las transformaciones de lo que denominaba "fluidos elásticos" (o "gases", de forma aproximada, en nuestra actual terminología). Priestley introdujo expresiones como "aire flogisticado" y "aire desflogisticado". Se había observado desde muy antiguo que cualquier sustancia arde durante un periodo limitado si la cantidad de aire disponible es igualmente limitada (en caso de hallarse, por ejemplo, en un recipiente estanco). Priestley denominó al residuo de aire que quedaba tras el proceso de combustión (en realidad, una mezcla de nitrógeno y dióxido de carbono) "aire flogisticado", pues pensaba que durante la combustión dicho aire había absorbido todo el flogisto que tenía capacidad de albergar. La combustión cesaba porque no podía absorber más flogisto. Siempre siguiendo esta línea de razonamiento, cuando Priestley calentó la cal roja de mercurio y obtuvo un tipo de aire que podía mantener más tiempo la combustión lo denominó "aire desflogisticado". Años más tarde Lavoisier lo denominaría "oxígeno".

El primero en poner de relieve los errores de la teoría fue Lomonósov, que formuló mucho antes que Lavoisier la obtención de los metales y los principios que regían la combustión.

Sencillos experimentos (entre los que destacaron los de Cavendish y Priestley), pusieron de manifiesto ciertas contradicciones a la luz de la razón en la teoría. Se encontraron métodos para estudiar los gases y sus propiedades consistentes en recoger el gas desprendido de la combustión en recipientes llenos de mercurio y otros líquidos. Los entusiastas del flogisto asentían en que todo cuanto contenía gas o ardía contenía flogisto en mayor o menos medida, hasta el punto de que al gas que ardía sin dejar residuo lo consideraron el flogisto puro (hidrógeno).

Cierto gas sorprendió a todos los químicos de la época porque ardía con una viva luz y pasaron a considerarlo como gas sin flogisto tal compuesto era el (HgO). Finalmente los experimentos de Lavoisier sobre éste aire sin flogisto o desflogistizado le permitió explicar él fenómeno de la combustión como la unión de oxígeno con otras sustancias. Lo demostró con pesos y medidas dando lugar al nacimiento de la oxidación. Llamó hidrógeno a la sustancia hallada, al estudiar la formación de agua durante la combustión del aire caliente, descubriendo finalmente que el agua que había sido considerada como un elemento era finalmente una sustancia compuesta. A la luz de estos descubrimientos se demostró que las sustancias tenidas por compuestas eran en realidad simples (casos por ejemplo de carbón, metales) y viceversa y los tenidos por simples resultaron ser compuestos (por ejemplo herrumbre de metal más oxígeno).

Lavoisier, casi 20 años después que Lomonósov, llegó a inducir la ley de conservación de la masa que en el círculo científico se conoce como ley de Lavoisier-Lomonosov. A partir de entonces se hizo precisa una revisión de la nomenclatura y clasificación de los gases en particular y de diferentes substancias en general, llegando a adoptarse por la Academia de ciencias de París en 1787 una nomenclatura basada en la composición cualitativa. El análisis cualitativo de Lavoisier dio paso a la teoría atómica de Dalton. La teoría atómica de Dalton sucedió a la teoría corpuscular concebida por Lomonósov.

Después de todo esto, a la naciente química le quedaba superar la teoría de la fuerza vital que dividiría la química en orgánica e inorgánica tal como la conocemos hoy.

La ciencia moderna nunca ha agradecido a Stahl sus gratuitas elucubraciones (que tanta acogida tuvieron entre los sofistas y aprendices de alquimia de su tiempo, como una revelada entrada a la misma), siendo como fue (su teoría) la raíz del surgimiento del estudio de los gases. Sin el trabajo de Stahl, posiblemente sus sucesores no hubieran dedicado tiempo a experimentar para demostrar a favor o en contra la constatación y consistencia de su teoría.

El gran mérito de Stahl fue concebir una teoría fácil de entender. Esto provocó que sedujera a muchos científicos de la época, que de pronto explicaba lo que hasta entonces era un mundo mágico-espiritual y del que todo el mundo podía ahora experimentar casi matemáticamente.

LAVOISÍER Y LA REVOLUCIÓN QUÍMICA.

Aunque la obra de experimentadores tan notables como SCHEELE, PRIESTLEY y CAVENDISH condujo a numerosísimos descubrimientos, su interpretación mediante la teoría del flogisto impedía todo progreso en el conocimiento de los fenómenos químicos. Es Antoine Laurent LAVOlSlER (1743-1794) el que destruye la teoría del flogisto al establecer la naturaleza verdadera de la combustión, y que en su obra Tratado elemental de Química, aparecido en 1789, crea las bases de la química moderna que, en consecuencia, ha podido ser considerada como una ciencia francesa.

A los 30 años escasos, LAVOISIER, empleando la balanza que fue siempre su más exacto colaborador, muestra de un modo indiscutible que toda combustión en el aire resulta de una Calcina estaño en un vaso cerrado y comprueba que el peso total del vaso no ha cambiado con la calcinación, que el metal transformado en su «cal» (el óxido) ha aumentado de peso, que el peso del aire contenido en el vaso ha disminuido y que el aumento de peso del metal es igual a la disminución de peso del aire. El flogisto ha recibido el golpe de gracia. Repite el experimento con otros metales, y en I777 con mercurio, que le lleva al análisis del aire, estableciendo su composición que fija en 27 % de aire respirable, que llamó después oxígeno, Y 73 % de aire no respirable que llamó más tarde «azote» (el nitrógeno). La composición verdadera es 21% de oxígeno Y 79 % de nitrógeno.

LAVOISIER establece la noción precisa de cuerpo puro al demostrar que la destilación repetido del agua no cambia sus propiedades, adopta el concepto de elemento de BOYLE, pero lo basa en el resultado experimental, halla la composición del agua, no sólo por síntesis sino por análisis, y da al aire inflamable de CAVENDISH el nombre de hidrógeno (engendrador de agua) y piensa que todos los ácidos contienen oxígeno (que significa engendrador de ácidos), pues si bien se conoce el ácido muriático (el ácido clorhídrico) se le cree un ácido oxigenado.

En todas sus investigaciones utiliza sistemáticamente el principio de la conservación de la materia, «nada se pierde, nada se crea», del que en realidad no fue autor ya que era aceptado implícitamente por otros químicos y que debe atribuirse al médico y químico francés Jean REY (1583-1645), que estudió también la calcinación de los metales y, al atribuirla al aire, fue un precursor de LAVOISIER.

La revolución química producida por las ideas de LAVOISIER condujo a una nueva nomenclatura, que hoy nos parece tan natural, en la que los nombres de los cuerpos dan idea de su constitución. Esta labor fue debida, junto a LAVOISIER, a Guyton DE MORVEAU, BERTHOLLET y FOURCROY, que publicaron en 1787 su obra Método de nomenclatura química, en la que se introducen nombres que aún se utilizan.

Los nombres antiguos desaparecen. El aceite de vitriolo pasa a ser el ácido sulfúrico; el espíritu de Venus, el ácido acético; el azafrán de Marte, el óxido férrico; la lana filosófica, el óxido de cinc; el vitriolo de Chipre, el sulfato cúprico; etc., y si el poeta desconoce el nuevo lenguaje, el químico encuentra en él el suyo propio.

La obra de LAVOISIER, extensísima en el campo químico, invadió otras ciencias y, por sus estudios acerca de la respiración, puede también considerarse como el fundador de la Fisiología. LAVOISIER es el primero que realiza con verdadero método científico sus investigaciones en las que su gran capacidad como experimentador es superada por la claridad de su pensamiento y por el rigor de las deducciones que saca de los hechos investigados.

LA QUÍMICA COMO CIENCIA. DESDE LAVOISÍER HASTA NUESTROS DÍAS.

El progreso de la Química en los últimos 160 años constituye en realidad el contenido de un tratado moderno de Química. No obstante, mencionaremos aquí sus extremos más importantes.

Pocos años después de la muerte de LAVOISIER la teoría del flogisto no era más que un recuerdo. Los químicos, guiados por las nuevas ideas adquiridas, las aplican al análisis cuantitativo y descubren muy pronto las leyes ponderales de las combinaciones químicas. La teoría atómica de DALTON (1808) explica estas leyes y da origen a la notación química desarrollada por BERZELIUS (1835), tan útil y fecunda en el progreso subsiguiente. El Principio de AVOGADRO (1811) permite establecer y diferenciar los conceptos de átomo y de molécula y crea las bases para la determinación de pesos moleculares y atómicos (1858).

El descubrimiento de la pila eléctrica por VOLTA (1800) da origen a la Electroquímica, con los descubrimientos de nuevos elementos (cloro, sodio, potasio) por DAVY, y de las leyes de la electrólisis por FARADAY (1834)

La química orgánica se desarrolla más tarde con los trabajos de LIEBIG sobre el análisis elemental orgánico iniciado por LAVOISIER, los conceptos de isomería y de radical introducidos por LIEBIG y BERZELIUS (1823), la representación de edificios moleculares porKEKULÉ (1858), y con la destrucción de la doctrina de la fuerza vital realizada por BERTHELOT (1853 al 1859) al obtener por síntesis numerosos compuestos orgánicos.

La Termoquímica, con la medida de la energía calorífica puesta en juego en las reacciones químicas, iniciada por LAVOISIER y LAPLACE, adquiere un significado especial a partir de los estudios de HESS, THOMSEN y BERTHELOT (1840) al querer medir los químicos las afinidades entre los cuerpos reaccionantes.

Para explicar el comportamiento de las substancias, gaseosas resurge a mediados del siglo pasado la teoría cinética de los gases y del calor, la cual afianza la creencia en la naturaleza atomística de la materia y extiende su utilidad al suministrar una imagen íntima del mecanismo de los procesos químicos.

El carácter incompleto de muchas reacciones químicas, observado por BERTHOLLET condujo al concepto de equilibrio químico, el cual, estudiado experimentalmente por SAINTE-CLAIRE DEVILLE (1857), encuentra su interpretación teórica en los estudios de GIBBS (1876)., de VAN'T HOFF y de LE CHATELIER (1880).

El estudio de la velocidad de las reacciones químicas tiene su base teórica en la ley de acción de masa de GULDBERG y WAAGE (1867) y una significación industrial importantísima en el descubrimiento de los catalizadores, substancias que, permaneciendo inalteradas, aceleran por su sola presencia la velocidad de las reacciones químicas.

De gran importancia en el progresivo avance de la Química han sido la teoría de las disoluciones, obra maestra de VAN'T HOFF (1886), y la teoría de la disociación electrolítica de ARRHENIUS (1887), perfeccionada en los últimos años.

La Clasificación periódica de los elementos establecida por MENDELEJEW y por LOTHAR MEYER (1869) llevó a pensar que los átomos debían ser complejos, modificando profundamente las ideas que se tenían acerca de los cuerpos simples, lo cual fue comprobado en los estudios acerca de la conductividad eléctrica de los gases y en los fenómenos de radioactividad. Lo que va de siglo ha permitido conocer la estructura del átomo con la interpretación de la Falencia y de las propiedades físicas y químicas de los elementos, y, finalmente, en los últimos años, el desarrollo de la química nuclear ha conducido a la obtención de nuevos elementos no existentes en la Naturaleza y a liberar la energía nuclear, puesta de manifiesto en forma dramática en la explosión de las primeras bombas atómicas.